MADRID.- Austeridad fiscal, aumento de impuestos, reformas y ajustes drásticos en la órbita estatal, flexibilización del mercado laboral? siguen siendo los ingredientes de las recetas que el Fondo Monetario Internacional (FMI) recomienda a sus países asociados para que superen las crisis económicas. Estos grandes guisados no resultaron, al menos en ningún caso de la historia reciente, ni un manjar bien pagado ni un menú rápido y barato, sino un plato insípido y caro para el bolsillo de los gobiernos y de las sociedades.
Parecidos, pero no iguales
Como antes a la Argentina, ahora le toca a España: el FMI difundió un informe ordinario sobre la economía de la Madre Patria en el que le reclamó una serie de políticas que a un argentino le recuerdan de manera directa anuncios impopulares de ministros de Economía como José Luis Machinea o Domingo Cavallo, que derivaron en un deterioro de la economía al nivel del caos y hasta en situaciones trágicas.
Los casos de la Argentina de hace 11 años y de la España actual no son iguales, claro. Entre las similitudes se cuentan un PBI inmóvil y un elevado déficit fiscal, pero, entre las diferencias, que España presenta robustez y liquidez en el sistema financiero y en el Estado, debido a lo cual no necesita de un préstamo del FMI para cumplir sus obligaciones, algo que sí requería, e imperiosamente, la Argentina de entonces.
España no va camino al corralito, pero la anemia económica persiste, el horizonte de recuperación no es claro y el final es abierto. El descontento de los sindicatos (convocaron a una huelga del sector público para el 8 de junio) y de la sociedad crece al ritmo del aumento de la debilidad política de José Luis Rodríguez Zapatero, a quien esta semana, en el Congreso, los diputados del opositor Partido Popular le pidieron la dimisión a gritos y a golpes de escritorio.
Con todo, para un gobierno el visto bueno del FMI y el acatamiento de sus sugerencias -así como una buena nota de deuda soberana que suscriban las criticadas agencias de calificación- continúa significando una carta de aval a su política económica en el concierto financiero internacional. La última crisis mundial hasta ahora no suscitó los declamados cambios sistémicos que incluían una reforma de los organismos multilaterales de crédito, como el FMI. Como ayer, el costo social se menosprecia -cuando no se ignora- y a la hora de reclamar, el chef desaparece y se va a probar recetas a otras cocinas.